Historias de mellizos

Esta vez quiero compartir con ustedes dos importantes historias de mi vida. Ambas quise borrarlas de mi memoria durante mucho tiempo.

La primera por ser tremendamente vergonzosa (sin embargo hoy al recordarla puedo reírme imaginando lo vivido). Y la segunda, por tratarse de una experiencia casi terrorífica, y que a pesar del tiempo transcurrido, aún soy capaz de revivir lo sentido en ese momento.

Mis mellizos tienen solo dos años de diferencia con el mayor. Por lo que criarlos fue una experiencia tremenda, agotadora, y desgastadora también. Lidiar con tres niños, prácticamente de la misma edad, se puede convertir en una gran misión para la vida de cualquier ser humano. Noche tras noche antes de dormir, le daba gracias a Dios por haber sobrevivido a ese día, y le pedía fuerzas para resistir el día siguiente.

Para que me puedan entender, les voy a explicar de la siguiente forma cuál era mi situación. Algo tan simple para una madre como salir a un parque con sus hijos en un día de sol, para mí significaba un gran desafío. Ellos eran tres, y yo solamente tenía dos manos; regresar de un paseo sin perder a alguno, representaba una gran tarea. ¡Un desgaste espantoso!

Cuando le conté esto a una tía que vivía en USA, ella como gran novedad me trajo en uno de sus viajes estos arneses especiales para caminar con niños. En ese tiempo (primera mitad de la década del 80) en Chile eran prácticamente desconocidos. La idea en sí, era horrible, porque salir con tus niños con correa era como sacar a pasear a los perros. Sin embargo, las circunstancias y la seguridad me convencieron de usarlos.

Ir a buscar a los mellizos al jardín, y cruzar la calle para llegar al auto estacionado ya era un peligro, porque la energía con que salían esos pajaritos no tenía límite (siempre sospeché que los tenían amarrados toda la mañana y recién los soltaban cuando tocaban el timbre para ir a retirarlos).

Ese día en particular cuando fui a recogerlos al jardín debo reconocer que me sentía algo poderosa. Llevaba mis dos arneses “americanos”, como quien lleva un arma de defensa personal. Enganché uno a cada niño, para luego caminar erguida hasta la salida del jardín infantil, con uno en cada mano, mientras escuchaba que murmuraban a mis espaldas:

—¡Qué aberración, los trata como animales!
—¡Cómo abusa con esos pobres niños!
—¿El padre estará enterado de esto?

Era primera vez que los usaba, y los niños estaban encantados con esta novedad. Poco a poco le empezaron a perder el respeto, corriendo para un lado y otro, mientras yo los tenía controlados y bien seguros.

Mi control duró hasta exactamente la mitad de la calle que cruzábamos afuera del jardín infantil. Estas bestias comenzaron a correr a mi alrededor en redondo, persiguiéndose uno a otro. En segundos me anudaron las piernas. Acto seguido: terminé cayendo al piso perdiendo toda dignidad y gracia, inmovilizada de la cintura para abajo, y con mis brazos cruzados aún sosteniendo las correas.

Ahora que lo pienso, fue como en esa época que comencé a perder, poco a poco, la vergüenza. A estas alturas creo que la vida me ha ido volviendo más desvergonzada.

¡La escena fue patética! Las mismas mamás que cuchicheaban a mis espaldas fueron las que rescataron a los niños. A mí me castigaron con la indiferencia; yo seguía tirada en la calle cual asado alemán sin poder moverme. Felizmente, un buen samaritano atinó y socorrió a esta pobre mortal.

Este incidente terminó siendo conocido por todos los que estábamos ligados al Jardín Infantil Charlie Brown, en Viña del Mar, y hoy convertida en historia de las clásicas.

Superado este vergonzoso incidente del cual fui víctima, nunca más volví a pensar siquiera en usar algún tipo de amarre con mis hijos. Volví al infalible y siempre bien considerado “grito de madre”.

Creo que no habían transcurrido dos meses desde el suceso aquel, cuando voy a retirar al mismo jardín infantil a los mismos dos niños, y a la misma hora de almuerzo.

Como toda hora de salida, hay muchas madres recogiendo a sus hijos. Salen los míos, y la misma parvularia que me los entrega me detiene porque quiere “hablarme una palabrita”. De pronto, en cosa de segundos, siento que una mamá, y luego otra, gritan como enloquecidas:

—¡Están en el techo! ¡En el techo están!
—¡Se van a tirar, y son dos!
—¡Sujétenlos, que se van a matar!

Al mirar y ver la escena, me parece sentir hielo que me recorre la sangre. El jardinero había dejado apoyada una escala sobre el muro que conducía al techo. Techo plano y sin barandas. Eso fue suficiente invitación para que uno de los mellizos decidiera investigar y “subir al cielo”, como me dijo luego. El otro no se hizo esperar y siguió a su hermano.

—¡Llamen a los bomberos! —gritaban las más desesperadas.

Mientras tanto las profesoras rápidamente se movilizaron sacando las colchonetas del gimnasio, intentando cubrir el borde del edificio con ellas, para amortiguar una posible caída.

Afortunadamente aprendí a reaccionar en el caos, me desconecté del entorno y como alma en pena, ajena a todo el alboroto provocado, me dirigí a la escala y comencé a subir. El temor y la angustia no me dejaban articular palabra. Cuando finalmente llego arriba, el pánico se apodera de mí, porque tomé conciencia que una caída desde esa altura podría haber sido fatal.

Tenía claro que no les podía gritar, ni menos llamar la atención. No me explico de dónde saque fuerzas, pero intenté hacer como que jugaba y me reí con ellos. Les dije que caminaran hacía mí, que tenía un premio, un chocolate. Caminó el primero, no sin exponerme a un ataque al corazón, diciéndome:

—¡Mamá, mira! ¡Mira como yo camino por el borde y no me caigo!

La gente abajo miraba atónita, como quién disfruta del mejor espectáculo de malabarismo en el circo ruso.

Finalmente, después de minutos, que para mí fueron siglos, volví a tener a uno de mis niños en los brazos. En ese momento no sé si lo tiré para abajo, o si se lo pasé a una de las profesoras que estaba esperando en la mitad de la escala para ayudarme.

Ahora mi angustia continuaba, porque otro de mis ángeles aún estaba arriba. Inconsciente y ajeno a lo que ocurría a su alrededor, él estaba absorto con la vista que tenía desde la altura. Parece que nada más le importaba en ese momento. Parecía feliz.

Repito el mismo procedimiento utilizado con el mellizo anterior, pero éste, indiferente, me contesta:

—No, yo no quiero chocolate. Prefiero quedarme aquí.

Entonces, muy despacio, comencé a avanzar hasta donde él estaba, hablándole de cualquier cosa, hasta que finalmente pude agarrarlo entre mis brazos y tenerlo a salvo.

¡No recuerdo más! No sé ni como bajé esa escala con él, ni como manejé de regreso a la casa. Nada. Sólo sé que esta experiencia la recordaré con horror mientras viva. Y también quedará en la historia de ese jardín infantil.

Si mis hijos son sobrevivientes, yo soy casi una iluminada. Cada vez que recuerdo historias como estas, pienso en lo agotado que debe estar mi ángel de la guarda, y lo afortunada que soy de tenerlo aún.

Comentarios

comentarios

16 Comentarios

  1. Maricarmen Ruiz said:

    Increíble historia!! Sin duda tienes un tremendo Ángel de la guarda, pero pensándolo bien yo creo que hubo algún relevo de protector porque uno solo no pudo haber aguantado tanto. Valorrrrrrr

    Septiembre 30, 2016
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    • Mari said:

      Pensándolo bien, más de algún relevo debe haber tenido mi ángel de la guarda Maricarmen, o al menos haberse sometido a calmantes varios, que lo ayudaran a relajar el nervio. Fue un periodo intenso, con gran necesidad de Valorrrr!!!

      Octubre 1, 2016
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  2. Claudia Maria said:

    Que lindo y emocionanre relato !!! Me hiciste recordar situaciones vividas con mis pequeños ! Gracias Mari! 😀

    Octubre 1, 2016
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    • Mari said:

      Es lindo recordar historias vividas y saborearlas con la tranquilidad que solo te entrega el tiempo. Gracias Claudia!!

      Octubre 1, 2016
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  3. Patricia Moeckel said:

    Mary: solo tu!!!!
    Insólito, por eso solo hay que tener dos hijos….
    Por fa sigue escribiendo!!!

    Octubre 1, 2016
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    • Mari said:

      Tú lo has dicho Paty, y comparto a plenitud tu opinión, el número ideal de hijos es dos.
      Un beso y cariños a tus dos maravillosos hijos. Ja ja ja ….

      Octubre 1, 2016
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  4. Fabiola said:

    Yo con uno quedo agotada… idola…
    Sin duda los chicos tienen una gran Mama que hasta el dia de hoy los cuida y regalonea como si fueran niños.
    Cariños…

    Octubre 1, 2016
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    • Mari said:

      Ese es el problema Faby, aunque ellos crecen, para nosotros siempre serán nuestros niños.
      Animo y valor con tu muñeco, el tiempo vuela
      Gracias y cariños

      Octubre 2, 2016
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  5. María Isabel Moreno said:

    Me hiciste reir con lo de las correas, pero me trasmitiste la angustia cuando se te escaparon al techo. Yo con tres las pasé negras también y te “saco el sombrero” por haber sobrevivido. Esas experiencias se disfrutan ahora riéndonos en una sobremesa, pero en el momento son una verdadera pesadilla.
    un abrazo,

    Octubre 3, 2016
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    • Mari said:

      Me alegra mucho saber Chabe, que te entretienes con las historias, y que te recuerdan las tuyas propias. Me imagino lo difícil que fue para ti con tres, y lejos de tu país, eso sí que no se lo doy a nadie, también “me saco el sombrero” por ti.
      Cariños

      Octubre 3, 2016
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  6. Carlos Valdivielso mayo said:

    Querida sobrina hoy me enteró lo inquietos de los Melli. Pero que lindo es recordar vi las fotos como volver atrás verdaderos a Angelitos fuera de el historial muy normal en los peques de esa y actual época creo y seguro no estarás arrepentida de ser Mama orgullosa de tener cuatro representantes de tu prole en todo caso dicen lo heredado no es robado.
    Respecto a tu Amiguitos Said dile si piensa que por algo la felicidad no se logra sin tener algunos contratiempos (por parte de tíos son cinco ya mayorcitos Y mayorcitas muy orgullosos de ellos y tu Tía muy Feliz y Santa Señora hoy recordando Historias de cada uno de ellas y ellos.
    Mary muy lindas historias te felicito sigue entreteniendonos Besos Tío Charli.

    Octubre 3, 2016
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    • Mari said:

      Toda la razón tío, la vida y la felicidad no la alcanzamos sin tener antes contratiempos, y dificultades.
      De no ser así, no valorizaríamos tanto a quienes tenemos cerca y queremos, ni apreciaríamos la unión de la familia
      Muchas gracias por estar conmigo apoyándome en esto de La Bitácora
      Besos para la tía y también para ti.

      Octubre 18, 2016
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  7. Consuelo said:

    Genial Marisol!!! Qué entretenida historia, recuerdo muy bien ese episodio vivido con mi ahijado y el Nico , en su momento fue del terror lo ocurrrido; con los años uno se ríe porque aparte del susto no pasó a mayores consecuencias ; tienes mucha simpatía para describir ese momento que no se te olvidara .

    Octubre 16, 2016
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    • Mari said:

      Fue una etapa linda para recordar cuando todos eran chicos y nos consolábamos una a la otra, pero la verdad es que no fue fácil.
      Un beso para ti y gracias por comentar y recordar conmigo.

      Octubre 16, 2016
      Reply
  8. Ida Franetovic Yob said:

    Wajajaja , me hiciste reir mucho con esta historia !
    Me la fui imaginando completita , como.una pelicula , se que debes haber pasado mucho susto Mary , pero de la forma en que relatas tus historias , imposible no reirse ,eres muy chistosa y entretenida .
    A mi me decian la Pindy en el colegio y me echaban de clases a veces por no poder controlar la risa y ademas contagiaba a mis compañeros y quedaba la escoba.
    Me hiciste recordar con esto de los arneses , cuando le propuse a mi.hija Barbara que vive en Australia ,que le pusieramos a mis nietos cuando los sacaramos a pasear y me dijo , estas loca mama , como.se,te ocurre !
    Bueno menos mal que tengo buen estado fisico aun y lograba pillarlos , pero , te entiendo tanto , debe haber sido muy dificil salir con tres niños .
    Muy entretenida esta historia , pucha que la goce !

    Octubre 17, 2016
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    • Mari said:

      Me encanta que me cuentes que lo pasaste bien leyendo la historia, eso es lo que vale y lo que más me gusta
      Gracias Ida, tus comentarios me llenan de energía
      Cariños

      Octubre 18, 2016
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