El viernes pasado salí rumbo al aeropuerto con la ilusión clásica de quien emprende un viaje. Es que si saco al poeta que llevo dentro, les puedo decir que la palabra “aeropuerto” por si sola, me seduce, porque puede encerrar maravillas y siempre lleva implícito el viajar.
Puede ser el comienzo de un sueño, la esperanza de volver a reencontrarte con un ser querido, la ilusión de cumplir tus proyectos, el inicio de los cambios esperados, crecimiento personal, la partida de tus ansiadas vacaciones, en fin, podría seguir enumerando razones que provocan variadas emociones.
Sin embargo, “aeropuerto”, también es sinónimo para muchos de esperas tediosas, de filas interminables, y en diferentes lugares. Las hay para chequearte, para pasar por policía, para ingresar al avión, etc. Súmale a esto una recepción deficiente, trámites lateros, atención lenta e impersonal, que no entrega mucha información, porque todo es variable, ni hablar de seguridad con tus pertenencias y si estas llegarán a destino. Se te aprieta la guata entregar tus maletas por la sola posibilidad de no volver a verlas más. Es todo muy incierto, caótico y produce muchísima ansiedad.
Felizmente, yo poseo un tipo de memoria selectiva, donde he desarrollado la capacidad de olvidar las experiencias desagradables, (lamentablemente, sólo lo he logrado en este ámbito) quedándome con lo bueno, de otro modo difícilmente hubiera podido subsistir con mi pasión por los viajes.
Definitivamente no existe nada mejor que viajar, te renuevas, te enriqueces, te entrega una mirada diferente, te ayuda a crecer como persona, sólo como persona, porque por más viajes que hice, no logre superar mi metro 58.
Mi rumbo esta vez, Washington DC. Un viaje para reencontrarme con mi familia materna. Mi mamá está visitando a su único hermano en Maryland, y yo aprovecharé de compartir unos días con ellos. Luego continuamos viaje, mi madre y yo para reunirnos con su única hermana a Florida, en un maravilloso lugar llamado Port Saint Lucie.
¡Qué familia tan pequeña tengo por ese lado, solo son tres y viven en diferentes lugares!
Luego de dar por superados las complicaciones propias del embarque, logro sentarme a bordo, no sin antes pasearme por todo el avión con mi maleta de mano intentando encontrar un espacio libre para guardarla.
El vuelo…¡completamente repleto! Sin embargo, ningún inconveniente previo al viaje logra empañar la satisfacción que me produce el momento en que te encuentras lista a despegar, es ahí cuando logro sentirme pájaro libre y desconectada del mundo. ¡Es insuperable, magia pura, y de la buena!
Pero, ¡no tan rápido Mari!…Se escucha por alto parlante una voz que anuncia que hay un desperfecto el cual requiere reparación. Y el despegue se postergará unos momentos. Ufff! ¡Y yo que casi estaba batiendo alas para emprender el vuelo de puro entusiasmo!!
Finalizado el chequeo de la nave, nos dan el visto bueno para despegar con 50 minutos de atraso y es el capitán de la nave, quien se dirige a los pasajeros para “tranquilizarnos” y nos dice que el tiempo perdido en tierra será recuperado en vuelo. No sé qué “tranquilizador” pueda tener este mensaje, lo que es yo, me imagino al piloto forzando al rojo los motores, para lograr ganar tiempo, y la sola imagen de eso, me aterra.
Finalmente despegamos, y yo intento no pensar de qué forma podría afectarme el atraso de salida con la conexión que debo tomar en Miami. Mal que mal, ya estoy en modo vacaciones, así es que si no alcanzo a tomar el vuelo original, me iré en el siguiente.
Converso con mi vecino de asiento, un uruguayo residente en EE.UU., que fue quién me socorrió al ingresar al avión, cuando no sabía dónde dejar mi maleta. La coincidencia es grande cuando nos damos cuenta que tenemos que abordar al mismo avión, ambos nos dirigimos a DC.
Hablamos de todo y la agradable compañía hace que el tiempo transcurra rápido: Interrumpe la conversación, la azafata con la clásica pregunta “¿Qué va a cenar, pasta o pollo?”…
Así continúa mi vuelo, “parejito”, y tranquilo, lástima que mi compañero de ruta se tomó una pastilla para dormir y literalmente cambio de estado. Paso a ser un bulto incontrolable, pero siempre, un caballero, porque cada vez que se me iba encima, e intentaba moverlo hacia su sitio, me repetía como mecánico “So sorry!, so sorry!”.
Aterrizamos en Miami con retraso, a pesar de los esfuerzos del capitán, pero eso era de esperarse.
Y si queremos entrar a los Estados Unidos, debemos someternos a rigurosos controles, desde huellas digitales, posar para la foto, hasta la máxima humillación, que sin duda es sacarte los zapatos. Después de eso, no hay nada, quedas absolutamente disminuida, no tan solo físicamente; emocionalmente te sientes vulnerable y en calidad de estropajo.
Supero todos los obstáculos, y el siguiente paso es entregar la maleta que recién pasó por aduana, para correr a tomar mi conexión. La persona que me atiende me dice que es imposible que alcance a tomar el avión, porque sale en 5 minutos más y estábamos ubicados frente a la puerta D 27, y mi avión sale desde la gate D3.
Mi vecino, el uruguayo quien se estaba chequeando en el mesón de al lado, me mira y me dice “ it is impossible”… Lo miro desafiante y le digo : “nothing is impossible”
¿Qué tal?, me faltó ponerme la capa de súper héroe, y le dije: “hasta la vista, deséame suerte”….ja ja ja!
No, ni me acuerdo que le dije, solo sé que hace años que no corría tan rápido, los pasillos parecían eternos y sentía no avanzar. En parte una de las cosas que me motivaba a seguir corriendo, era que no quería aparecer derrotada frente al uruguayo.
Llegué al counter justo cuando estaban cerrando el vuelo, pero se compadecieron, y me dejaron ingresar. Por mi estado deplorable, claro, me faltaba el aire y respiraba con dificultad. Un desastre de estado físico, pero lo logré. Fui la última.
Estaba feliz de haberlo intentado, porque cualquier esfuerzo es poco y se justifica para lograr compartir este viaje junto a mi familia de pila.
Muy bueno y entretenido como cuentas todo lo que te ocurrió, genial !!!
Un abrazo te felicito
Muchísima gracias, todo mi cariño para ti.
Gracias por compartir tus vivencias , la manera como te expresas es preciosa un abrazo
Pepe
Gracias Pepe por tu comentario, me encanta saber que te gustan las historias de La bitácora