La magia del fútbol

Después de mucho tiempo, he logrado reunir a mis cuatro hijos en Chile, y por ende juntarlos en la casa y disfrutar de ellos, aunque sea solo por un tiempo porque el mayor regresa a NYC, que es donde vive. Que estén juntos, y que además en ese período la selección de Chile haya jugado un partido de fútbol… ¡No tiene precio!

Por eso que la noche del martes, tenía que ser especial. No puedo dejar de mencionar que extrañé a la Cata, (polola del Nico) es adorable y también mi partner. Apoyo incondicional en estas situaciones, porque no es fácil ser la única mujer entre tanto hombre y mucho menos si éstos están eufóricos previo a un partido de la Roja. Además ellos manejan un código especial, se unen frente a la pantalla, sintiéndose completamente libres de expresar lo que sienten. Literal, porque cuando hay partido se les suelta la lengua producto de tanta emoción.

Es muy curiosa la enigmática e irresistible atracción que ejerce este deporte, les es imposible desviar la vista del TV, aunque se esté cayendo el cielo. No se necesita ser vidente para saber que la alimentación es casi, tan importante como el fútbol para los hombres, por lo que esa noche decidí esperarlos con lomitos. Quisieron comenzar con la comida antes del partido.

Al centro de la mesa, la bandeja giratoria que me trajo mi amiga Paty de Pucón, estaba, cuan guinda de la torta, preciosa y atestada de aderezos para preparar los sándwich. Palta, tomate, queso, tocino, chucrut, mayonesa, ketchup, ají, pastas diversas y todo lo imaginable. ¡Chorreaba el colesterol! Lomito en rebanadas y pan caliente.

¡Que linda es volver a ver la mesa con todos los pollos juntos, es una bendición!

Mientras ellos comían, no podía dejar de mirarlos, y créanme que la impresión, supero a la emoción.
¡Qué manera de comer, son unas bestias! Y con la rapidez y facilidad que armaban unas verdaderas torres que devoraban sin contemplación. Con un arte y una gracia envidiable, no se les caía nada.

No podía ocultar mi asombro, y pensaba…“qué bruta, y yo que me angustiaba cuando eran chiquitos porque eran malos para comer”. Sucedió todo tan rápido, para mi casi fueron segundos y de pronto uno gritó: “terminó la canción nacional, comenzó el partido”. Se pararon todos y se fueron.

Quedé sentada inmóvil, intentando asimilar lo ocurrido y recuperar la conciencia. De pronto desde el dormitorio me gritaron: “mamá no retires nada de la mesa, que en el entretiempo voy por el cuarto”; “sí, yo también quiero más”; “aguanta todo igual que volvemos”; “yo hoy me hago el récord, y llego al quinto lomito”.

“¡Mierda, calculé solo tres panes por cabeza y todos seguirán comiendo!”, me dije. No lo pensé dos veces, agarré el auto y volé a comprar más pan. Las calles desocupadas y ni un humano a la vista. Llegué a la panadería más cercana. “No, no queda ná pan, no ve que los panaderos se van antes cuando hay partido”, me dijo la señora de la caja.

Para irme a la segura, me fui al supermercado y ante mi asombro, las bandejas de pan peladas, ni un solo pan. La misma explicación. Ahí, recién vine a tomar conciencia que es extraño ver mujeres en el oficio de panaderos, deben ser bien pocas. Bueno, pero yo estaba contra el tiempo, y no para filosofías profundas, así es que opté por pan de hamburguesa envasado, saco tres bolsas y corro a la caja, en el momento preciso en que Chile hace un gol. ¡Qué locura cómo gritaban! El cajero estaba más interesado en ver el gol en la pantalla gigante que en digitar los precios y recibir el pago.

Al fin de regreso, y aun no comienza el entretiempo; vamos rellenando con tomate, palta y mayonesa los potes desocupados y el pan al horno.
¡Justo a tiempo! Y vuelven todos a la mesa…

Volver a verlos juntos, es un regalo, la dinámica es la misma, parece que el tiempo no ha transcurrido; la talla rápida, la broma entre ellos, la risa contenida y la mirada cómplice. Después del partido, se instalan frente al televisor y son capaces de repetir una y otra vez los goles. Siempre aportando nuevos comentarios y sorprendiéndose cada vez más.

No sé si ellos se dieron cuenta de mi presencia, pero yo a ellos los disfruté en esta noche de fútbol.

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