Revisión Técnica

Este lunes a las 7 de la mañana, figuraba ya instalada en la cola de autos para hacer la revisión técnica. La planta en sí, se encontraba a varias cuadras de distancia del lugar donde quedé ubicada y no comenzaban a atender sino hasta las 8. Pero estar ahí ya me hacía sentir bien, como comprometida conmigo misma.

Estaba aún oscuro y había bastante tráfico. Mientras me mantuve en el último lugar de la fila, debo reconocer que pasé susto, a pesar de las luces intermitentes. Me contraía cada vez que veía por el espejo retrovisor que se acercaba un vehículo, solo por la posibilidad que no frenara a tiempo. Afortunadamente, esta situación duró tan solo unos minutos, porque rápidamente se fueron sumando usuarios a la causa, y con ello quedo protegida la retaguardia.

A las 8 de la mañana comienza a asomar el sol, y viene el primer movimiento de la fila. Avanzamos 10 cupos, signo claro de que la inspección comienza. Esto me da la posibilidad de mirar atrás con cierto aire de superioridad, la cola de autos es interminable y mi ubicación muy favorable respecto de ellos.
De pronto… mi turno, la fila avanza, y me detengo detrás de dos autos que no se mueven, a pesar de los insistentes bocinazos, gritos y hasta un par de golpes en el vidrio que les ofrece un peatón solidario que pasa por el lugar. ¡No lo puedo creer!… Ambos choferes, de los dos autos consecutivos, están profundamente dormidos, con audífonos y ajenos a su entorno. Como no avanzan, se produce un espacio enorme delante de ellos, el que velozmente intenta ocupar un vehículo ágil e inescrupuloso. Sin embargo, su conductor salió increpado en cuanto fue sorprendido.
Es tal el caos en ese momento, que no me animo a bajarme del auto, para despertar a los dormidos. “¿Qué hago?”, me pregunto…En ese momento veo que una camioneta roja, enorme, que estaba tres cupos más atrás que yo, me sobrepasa y se adelanta a todos, es decir, con una acelerada avanzó seis cupos, el muy desgraciado.

Eso fue lo que necesitaba para hacerme reaccionar y avanzar hasta quedar pegada al tipo, olvidándome de mis amigos dormilones, los cuales quedaron rezagados varios cupos más atrás. Claramente este hombre no sabía con quién se estaba metiendo!!! No seré muy alta, pero las injusticias me hacen fuerte y enojada soy lo peor. Sin pensarlo dos veces, me bajé, caminé hacia la camioneta y le hice señas al que manejaba, hasta que bajó el vidrio. Le pregunté si estaba consciente de lo que había hecho, que nos había pasado a llevar y que al igual que él todos los que ahí estábamos nos habíamos ganado nuestro puesto porque habíamos llegado temprano. Yo creo que lo sorprendí. Claramente amenazado no se debe haber sentido, aceptó el llamado de atención con más asombro que convicción.

Llegamos a un acuerdo, que cuando avanzara la fila nuevamente, adelantaría yo, luego los tres autos que me seguían, (todos los espacios que avanzó, sin considerar a los dormidos, que ya les había perdido la pista) y en cuarto lugar lo haría él.

Lo insólito de la situación, que una vez que me dirigí a hablar con el chofer de la camioneta, me siguieron los dueños de los autos afectados, los tres hombres, y cualquiera con aspecto más intimidante del que pudiera tener yo, sin embargo se mantuvieron siempre detrás de mí, sin emitir sonido. Su única intervención, fue asentir con la cabeza.

8.45 hrs, y comienza un nuevo movimiento de autos, el tipo de la camioneta se baja y nos hace una seña para que avancemos y recuperemos nuestro lugar. Sin embargo, intento hacer partir mi auto, y nada,……está muerto. Simplemente no arranca!!!
Molesta, le digo:
“Qué humillación maldito, no puedes hacerme esto!” “Ahora no! Avanza!! Dale tu puedes! ….. Si acabo de realizarte un chequeo médico completo en el taller… Me faltó el puro cirujano plástico, malagradecido. Tus ajustes y retoques me salieron carísimo, ¿es así como me respondes?”

Nada, …no parte, no habla. Simplemente falleció.
Le explico la situación a mi ex enemigo (el de la camioneta roja) y juntos hacemos avanzar los autos correspondientes. Con lágrimas en los ojos, debo asumir que perdí mi lugar, luego de haberlo peleado, casi con los puños. Pero la lucha continua, no puedo irme en la sentimental, no puedo bajar la guardia.

Alguien me sugirió, “batería”, y me quedó claro que debía conseguirme cables para darle corriente a mi auto. Corrí en dirección a los vehículos de atrás, preguntando uno por uno si disponían de cables, siempre la respuesta fue la misma, un no rotundo. Finalmente una niña me dice que tiene, pero que debo sacarlos yo de la maleta del auto, porque ella está con muletas. (“Estas cosas, solo me pasan a mí”, suspiré)

Primera meta, superada, ahora debía buscar un buen samaritano, dispuesto a hacer puente con su auto. La tercera, conseguir que el auto que me ayudaría se ponga delante mío sin que el resto se sienta amenazado por perder lugares en la fila.

¡Bien Mari! El esfuerzo tiene sus recompensas, las tres metas superadas!! ¿Creerían si les cuento que el auto no partió? Mientras intento pensar, cómo saldría de ésta. Se abalanza sobre el parabrisas un hombre y me dice:

-“¿Qué le pasó mi dama? Mire Ud., con todo respeto en el estado que se encuentra la plumilla de su limpia parabrisas, con toda la goma quemada, más bien le tenemos el fierro a la vista, por lo que no limpia, raya, ¿me comprende?”, mientras con el dedo iba despegando la goma.

Intento abstraerme a las palabras del vendedor y no perder el foco, por lo que decido pedir ayuda, y quién mejor que mi Chapulín Colorado, todos tenemos uno y yo recurrí al mío.

Mientras lo esperaba, el comercio ambulante del lugar hacía lo suyo:
-“¿Sabía Ud. damita que los extintores le tienen fecha de vencimiento? Que si en la inspección, ni Dios lo quiera, la sorprenden con la fecha pasada, no le aprueban su revisión?”….
-“¿Oiga, que no es a Ud. que no le partía el auto?…cómpreme una humita, mire están recién hechas, pa pasar el mal rato, calientitas la hace mi mami”
-“¿Revisó sus luces patroncita? Yo le tengo de todos los tipos, qué le parece si probamos las suyas? Mejor que las veamos antes que entre al taller, después le rechazan el sello y tiene pagar otra vez”
-“Pa la sed, pa la calor, los refrescos heladitos”

Gracias a la intervención divina de Chapulín, mi auto recuperó el pulso, la voz y hasta la personalidad. Obtuvimos el permiso de circulación, no debemos regresar hasta en dos años más y nunca sabremos a qué se debió su repentino ataque, porque hasta la fecha no ha vuelto a suceder.

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